domingo, 28 de agosto de 2011

Despedida

No quisiste decirme la verdad, que no me gustaría fue tu pretexto. De repente te derrumbaste. Una tras otra lágrima resbaló por tus pómulos tan maquillados. Te sentiste culpable. Tan falta de gracia. Me decías poeta a sabiendas que soy un hombre sin etiquetas, sin estilo ni trazos que lleven mi camino. Un perfecto mentiroso, que no sabe ni ha podido expresar lo que siente sin sentirse un maldito.

 Siempre lo he dicho.  Si te gusta una chica tendrás que demostrarle que ella es única entre todas las mujeres. Que tu corazón late por sentir sus delicados pechos y su piel tan suave, que cada palabra viajará por el viento hasta que cumpla su cometido, sentirse menos fatuo y mejor acompañado, que a este diastole le acompaña un sistole. Pero pobre de ti, poeta. Que ella no se entere que pasa por tu cabeza el sentirte mejor solo, aunque eso a veces duela. Que tu vacío te hace falta. Que sus palabras no sirven para dar suspiros ni tampoco sus caricias como incentivos. Que no le cruce la idea de que a ti las cosas terrenales te dan pereza, que su manera de ser hace que pierdas el interés.

Pobre de ti hombre, que no seas tu entre todos los hombres.

2 comentarios:

Mafer dijo...

De los placeres terrenales creemos saber todas las cosas. Lo que hemos olvidado es el secreto de sus entrañas. La divinidad de cada sensación oculta en tres centímetros de blanca, negra o roja piel. Los más hermosos versos que jamás podremos desenmascarar.

Mafer dijo...

Hombres que no quieren necesitar mujeres. Poetas que no quieren admitirse poetas. Hombres poetas que sufren amando y aman sufriendo...
Solo etiquetas.