domingo, 8 de junio de 2008

Te encontraba en una manzana, junto a los árboles, los duraznos, yo no te buscaba en ellos, coqueteaba a las morenas mientras tu morías. Pensaba verte el viernes con la sonrisa típica, alegre, mejorado, pero te fuiste el jueves temprano, sin dar tiempo a la vida sin llegar al hospital, falto de aire, intentando inhalar. Te fuiste, y con ellos se fueron todos tus temores y todos tus recuerdos. Te marchitaste tan solo, que no pude hacer otra cosa que no fuera llorar al saber la noticia. Te disfruté en su tiempo, te conté historias, nos tomamos vino, me dijiste que nos veríamos pronto, y yo me enojo por la hipocresía de quien no te veía y ahora dice que se desvivía.
Mis hermanos, tiraron cartas al viento, mi padre, no pudo mas que tenerte entre sus brazos mientras te desvanecías, y mi madre contaba la historia conforme llegábamos a casa para tener muy claro que ya no volverías.
No pude hacer otra cosa que llorar cuando te vi en aquella caja fea de madera. No pude hacer otra cosa que llorar por dentro mientras todos, se miraban incrédulos. Y me canso, y pregunto a tu dios si acaso así está contento dejándonos mas solos, y menos necesitados, por que si, en eso seremos sinceros, a pocos le importaba la salud del viejo, pero si tu dinero, y que vivieras para poder seguir comprando aquellos años, donde tu afecto se mostraba en los objetos.
No lo soporto, y no hago otra cosa que llorar al ver todo de esta manera, tan ingrata, tan hija de puta por todo lo que pasa, por pensar siquiera que a esto se le llama carta.